AQUELLA
VIEJA CANCIÓN
Luisa y Miguel, Miguel y Luisa…
Los nombres sonaban en su cabeza sin parar, ¿Cuánto tiempo
había pasado de aquello? Ella estrujaba su mente con ahínco, era algo que había
oído, ¿Pero de quién? Son esas cosas que uno escucha sin prestar atención, ¿Y
ahora por qué me viene a la cabeza? Qué es exactamente lo que ha despertado el
recuerdo…
Anna, pensaba con las manos sobre el teclado del ordenador,
estudiaba bachillerato y uno de los trabajos era redactar una historia real,
algo que hubieran oído o escuchado. Y esa historia vino a su cabeza
rápidamente, pensó y pensó y no conseguía recordar nada más que los nombres,
Luisa y Miguel, Miguel y Luisa, le sonaban a música, como el estribillo de una canción…
Sin pensarlo comenzó a tararearlo…
Se quedó estática, el libro abierto que sostenía en sus manos
cayó al suelo… Se levantó con esfuerzo del sillón orejero que hasta hacía un
instante la cobijaba, y lentamente se acercó al lugar de dónde brotaba la
canción…
Anna miraba fijamente la pantalla, continuaba tarareando los
nombres, mientras repiqueteaba con los dedos sobre el ordenador.
La abuela apoyada en el marco de la puerta, escuchaba, las
lágrimas se agolpaban en sus retinas, habían pasado tantos años, que apenas se
acordaba, fueron momentos dulces, mágicos… Pero no, no había olvidado,
simplemente el paso de tiempo había jugado su papel, la memoria ya no era la
misma.
Anna presintió la presencia de su abuela, y al girarse vio
como una lágrima resbalaba por su mejilla.
- ¿Qué ocurre abuela? ¿Por qué lloras? ¿Ha pasado algo? –
Preguntó preocupada al mismo tiempo que se acercaba a su abuela.-
- No, nada de que preocuparse.- Respondió emocionada la
anciana.- ¿Dónde has oído esa canción?- Preguntó acto seguido.-
La joven observó el rostro de su abuela sin llegar a
descifrar que le ocurría.
- No lo sé, es lo que intento averiguar, en el instituto…
Comenzó a explicarle lo del trabajo para el instituto, la
historia real que debía contar y como, sin saber porque esos nombres le
vinieron a la mente en forma de canción.
La anciana suspiro para intentar paliar la opresión de su
pecho. Había pasado demasiado tiempo, quizá era el momento de recordar la
historia, revivir el pasado, y dar a conocer a alguien la índole de su secreto
mejor guardado…
- Siéntate, Anna, tenemos que hablar…
Anna se sorprendió ante la seriedad con que su abuela
pronuncio la frase. Jamás la había visto tan triste, bueno, quizá cuando murió
su abuelo Felipe…
- Lo que te voy a contar es algo que ocurrió hace mucho
tiempo, tanto que yo apenas lo recordaba. La canción me la has oído a mí, era
mía, mejor dicho nuestra… De Miguel y mía.
Anna no entendía nada, tanto misterio y nostalgia la hizo
escuchar con atención.
- Se que te preguntas que tiene que ver Luisa conmigo, pero
ese es mi nombre. Mª Luisa, tantos años llamándome Marisa, que hasta yo misma
lo he arrinconado. Pero él siempre me llamaba así, LUISA, mí LUISA…
La anciana tomó aire y limpió sus lágrimas antes de continuar
hablando.
- Éramos muy jóvenes cuando nos conocimos, más que tú, imagina…
Fue en el trabajo, los dos trabajábamos en el mismo lugar, muy pronto creamos
un fuerte vínculo de amistad. Tú abuelo y yo éramos novios, jóvenes y con
ilusiones, que los años no tardarían en asfixiarlas. Lo cierto que es con el
tiempo los dos nos casamos con las respectivas parejas, siempre fuimos grandes
amigos, hasta que un día descubrimos la verdadera razón de nuestra simbólica
amistad.
Habían pasado muchos días, meses, décadas desde el primer día
que nos vimos por primera vez. Las arrugas comenzaban a aflorar en nuestros
rostros y las enfermedades iniciaban su andadura, pero nada de eso nos importo.
Yo había salido de un terrible y peligroso trance, él había
pasado por algo parecido. Recuerdo que un día tomando un café en el mismo lugar
de siempre, compartimos experiencias. Los dos sentíamos que la vida, a pesar de
tenerla guardada en nuestros puños, se nos escapaba por los resquicios que
dejaban nuestros dedos. Fue una etapa difícil para nosotros como personas.
Hablamos y hablamos sin parar, de sentimientos, de libros, de cine, música…
Cosas que yo no compartía con tu abuelo, el cual se hallaba ausente de esas
cosas tan importantes de mi vida. Y así fue como comenzó todo…
Te preguntaras que todo, y yo respondo, una bella historia de
amor…
Anna se quedó muerta, que le estaba diciendo su abuela, que
hace años tuvo un amante, que le fue infiel al bueno de su abuelo…
Los ojos de la adolescente miraban perpleja a su abuela, ésta
se percato de ello. No le importaba que la juzgaran, ahora no, entonces lo dejo
todo por esa razón, pero ahora era demasiado vieja para que aquello le
importara. Además descubrió que le gustaba hablar de ello, rememorar el pasado,
la ternura, el amor y la compresión. Tampoco quería manchar la figura de
Felipe, el maravilloso abuelo, resignado y querido por todos.
No, eso se lo guardaba
para ella, los años de recriminaciones tontas que generaban peleas absurdas, y
sobre todo la falta de pasión y romanticismo que hubo en su relación.
Esa parte tan sublime del amor, esa pasión desbordada, ese
cosquilleo en el cuerpo, todo eso, solo lo sintió con Miguel.
El le devolvió la juventud olvidada, la energía que ella
misma desconocía poseer, la sonrisa tontorrona de la adolescencia, fueron
tantas cosas que era imposible enumerarlas…
Pero como todo en esta vida tiene un final, algunos son
buenos y otros… Lo que la vida exige en esas circunstancias, su ruptura ocurrió
diez años más tarde, y los motivos los tenía delante de ella en ese instante.
Por ella y solo por ella decidió acabar con su sueño, sus ilusiones y su amor.
Por ella volvió a la rutina, al desamor…
- ¿Y la canción? – Preguntó Anna intrigada- ¿De dónde salió?
Marisa miró a su nieta, sus grandes ojos azules la miraban
expectantes. Su corazón cansado se emocionó ante esa hermosa y clara mirada.
- La canción, tú sabes lo mucho que me gusta Serrat, pues
bien, Miguel cambió parte de la letra de la misma e introdujo nuestros nombre,
dándole un aire más personal, muy íntimo, algo que solo nosotros sabíamos. Y
que hoy he escuchado después de tantos años.
Anna observó el rostro arrugado de su abuela, la mujer que le
había acunado tantas veces en sus brazos, en el hombro que otras tantas había
llorado. Advirtió en sus ojos algo que nunca había visto, un brillo especial,
diferente, y sin saber porque sintió una opresión en el pecho, como una
descarga eléctrica. Mirando aquellos ojos supo que historia iba a contar, que
mejor relato que una historia de amor, el amor de dos personas maduras, que por
primera vez conocieron la pasión… La historia de su abuela, esa mujer
parlanchina y prudente que siempre había estado con ella. Y que por alguna
razón que intuía había dejado escapar el amor de su vida…
Más relajada y tranquila, Anna pidió a su abuela detalles de
la historia. Y así, de esa manera, las dos generaciones plasmaron con palabras
lo que el corazón de la anciana había guardado bajo llave durante casi tres
décadas.
La abuela hablaba recordando con nostalgia, la joven escribía
ilusionada. Aquella simple y emotiva mañana, Anna la recordaría durante el
resto de su vida, sintiéndose orgullosa de ser la depositaría del secreto de
amor de su abuela.
Años más tarde una soleada mañana primaveral, Marisa expiró
el último aliento. Su nieta quiso que en su despedida la canción principal
fuera” Palabras de amor”, mientras las notas inundaban la estancia, Anna
tarareaba el estribillo con los nombres, LUISA Y MIGUEL, MIGUEL Y LUISA…
Gracia Pérez