Bienvenidos a mi blog

Ante todo deseo dar las gracias a todos aquellos que quieran compartir conmigo mis escritos.
Escribir es mi pasión, que junto con la lectura me han formado como mujer y persona.
Escribo desde lo más profundo de mi corazón, creo que es la mejor manera de llegar al lector.
Gracias a tod@s mis amig@s por su apoyo incondicional, por ellos he publicado mi primera novela, "Designios de una guerra" Si queréis conocerla, tiene su página en Facebook.
Reitero los agradecimientos a tod@s aquellas personas que creen en mi.
Mil besos y hasta pronto.

lunes, 17 de septiembre de 2012

2º Premio del certamen de relato corto Josep Pla del casal de Rubí


  AQUELLA VIEJA CANCIÓN


Luisa y Miguel, Miguel y Luisa…
Los nombres sonaban en su cabeza sin parar, ¿Cuánto tiempo había pasado de aquello? Ella estrujaba su mente con ahínco, era algo que había oído, ¿Pero de quién? Son esas cosas que uno escucha sin prestar atención, ¿Y ahora por qué me viene a la cabeza? Qué es exactamente lo que ha despertado el recuerdo…
Anna, pensaba con las manos sobre el teclado del ordenador, estudiaba bachillerato y uno de los trabajos era redactar una historia real, algo que hubieran oído o escuchado. Y esa historia vino a su cabeza rápidamente, pensó y pensó y no conseguía recordar nada más que los nombres, Luisa y Miguel, Miguel y Luisa, le sonaban a música, como el estribillo de una canción…
Sin pensarlo comenzó a tararearlo…
Se quedó estática, el libro abierto que sostenía en sus manos cayó al suelo… Se levantó con esfuerzo del sillón orejero que hasta hacía un instante la cobijaba, y lentamente se acercó al lugar de dónde brotaba la canción…
Anna miraba fijamente la pantalla, continuaba tarareando los nombres, mientras repiqueteaba con los dedos sobre el ordenador.
La abuela apoyada en el marco de la puerta, escuchaba, las lágrimas se agolpaban en sus retinas, habían pasado tantos años, que apenas se acordaba, fueron momentos dulces, mágicos… Pero no, no había olvidado, simplemente el paso de tiempo había jugado su papel, la memoria ya no era la misma.
Anna presintió la presencia de su abuela, y al girarse vio como una lágrima resbalaba por su mejilla.
- ¿Qué ocurre abuela? ¿Por qué lloras? ¿Ha pasado algo? – Preguntó preocupada al mismo tiempo que se acercaba a su abuela.-
- No, nada de que preocuparse.- Respondió emocionada la anciana.- ¿Dónde has oído esa canción?- Preguntó acto seguido.-
La joven observó el rostro de su abuela sin llegar a descifrar que le ocurría.
- No lo sé, es lo que intento averiguar, en el instituto…
Comenzó a explicarle lo del trabajo para el instituto, la historia real que debía contar y como, sin saber porque esos nombres le vinieron a la mente en forma de canción.
La anciana suspiro para intentar paliar la opresión de su pecho. Había pasado demasiado tiempo, quizá era el momento de recordar la historia, revivir el pasado, y dar a conocer a alguien la índole de su secreto mejor guardado…
- Siéntate, Anna, tenemos que hablar…
Anna se sorprendió ante la seriedad con que su abuela pronuncio la frase. Jamás la había visto tan triste, bueno, quizá cuando murió su abuelo Felipe…
- Lo que te voy a contar es algo que ocurrió hace mucho tiempo, tanto que yo apenas lo recordaba. La canción me la has oído a mí, era mía, mejor dicho nuestra… De Miguel y mía.
Anna no entendía nada, tanto misterio y nostalgia la hizo escuchar con atención.
- Se que te preguntas que tiene que ver Luisa conmigo, pero ese es mi nombre. Mª Luisa, tantos años llamándome Marisa, que hasta yo misma lo he arrinconado. Pero él siempre me llamaba así, LUISA, mí LUISA…
La anciana tomó aire y limpió sus lágrimas antes de continuar hablando.
- Éramos muy jóvenes cuando nos conocimos, más que tú, imagina… Fue en el trabajo, los dos trabajábamos en el mismo lugar, muy pronto creamos un fuerte vínculo de amistad. Tú abuelo y yo éramos novios, jóvenes y con ilusiones, que los años no tardarían en asfixiarlas. Lo cierto que es con el tiempo los dos nos casamos con las respectivas parejas, siempre fuimos grandes amigos, hasta que un día descubrimos la verdadera razón de nuestra simbólica amistad.
Habían pasado muchos días, meses, décadas desde el primer día que nos vimos por primera vez. Las arrugas comenzaban a aflorar en nuestros rostros y las enfermedades iniciaban su andadura, pero nada de eso nos importo.
Yo había salido de un terrible y peligroso trance, él había pasado por algo parecido. Recuerdo que un día tomando un café en el mismo lugar de siempre, compartimos experiencias. Los dos sentíamos que la vida, a pesar de tenerla guardada en nuestros puños, se nos escapaba por los resquicios que dejaban nuestros dedos. Fue una etapa difícil para nosotros como personas. Hablamos y hablamos sin parar, de sentimientos, de libros, de cine, música… Cosas que yo no compartía con tu abuelo, el cual se hallaba ausente de esas cosas tan importantes de mi vida. Y así fue como comenzó todo…
Te preguntaras que todo, y yo respondo, una bella historia de amor…
Anna se quedó muerta, que le estaba diciendo su abuela, que hace años tuvo un amante, que le fue infiel al bueno de su abuelo…
Los ojos de la adolescente miraban perpleja a su abuela, ésta se percato de ello. No le importaba que la juzgaran, ahora no, entonces lo dejo todo por esa razón, pero ahora era demasiado vieja para que aquello le importara. Además descubrió que le gustaba hablar de ello, rememorar el pasado, la ternura, el amor y la compresión. Tampoco quería manchar la figura de Felipe, el maravilloso abuelo, resignado y querido por todos.
 No, eso se lo guardaba para ella, los años de recriminaciones tontas que generaban peleas absurdas, y sobre todo la falta de pasión y romanticismo que hubo en su relación.  
Esa parte tan sublime del amor, esa pasión desbordada, ese cosquilleo en el cuerpo, todo eso, solo lo sintió con Miguel.
El le devolvió la juventud olvidada, la energía que ella misma desconocía poseer, la sonrisa tontorrona de la adolescencia, fueron tantas cosas que era imposible enumerarlas…
Pero como todo en esta vida tiene un final, algunos son buenos y otros… Lo que la vida exige en esas circunstancias, su ruptura ocurrió diez años más tarde, y los motivos los tenía delante de ella en ese instante. Por ella y solo por ella decidió acabar con su sueño, sus ilusiones y su amor. Por ella volvió a la rutina, al desamor…
- ¿Y la canción? – Preguntó Anna intrigada- ¿De dónde salió?
Marisa miró a su nieta, sus grandes ojos azules la miraban expectantes. Su corazón cansado se emocionó ante esa hermosa y clara mirada.
- La canción, tú sabes lo mucho que me gusta Serrat, pues bien, Miguel cambió parte de la letra de la misma e introdujo nuestros nombre, dándole un aire más personal, muy íntimo, algo que solo nosotros sabíamos. Y que hoy he escuchado después de tantos años.
Anna observó el rostro arrugado de su abuela, la mujer que le había acunado tantas veces en sus brazos, en el hombro que otras tantas había llorado. Advirtió en sus ojos algo que nunca había visto, un brillo especial, diferente, y sin saber porque sintió una opresión en el pecho, como una descarga eléctrica. Mirando aquellos ojos supo que historia iba a contar, que mejor relato que una historia de amor, el amor de dos personas maduras, que por primera vez conocieron la pasión… La historia de su abuela, esa mujer parlanchina y prudente que siempre había estado con ella. Y que por alguna razón que intuía había dejado escapar el amor de su vida…
Más relajada y tranquila, Anna pidió a su abuela detalles de la historia. Y así, de esa manera, las dos generaciones plasmaron con palabras lo que el corazón de la anciana había guardado bajo llave durante casi tres décadas.
La abuela hablaba recordando con nostalgia, la joven escribía ilusionada. Aquella simple y emotiva mañana, Anna la recordaría durante el resto de su vida, sintiéndose orgullosa de ser la depositaría del secreto de amor de su abuela.
Años más tarde una soleada mañana primaveral, Marisa expiró el último aliento. Su nieta quiso que en su despedida la canción principal fuera” Palabras de amor”, mientras las notas inundaban la estancia, Anna tarareaba el estribillo con los nombres, LUISA Y MIGUEL, MIGUEL Y LUISA…
Gracia Pérez