Bienvenidos a mi blog

Ante todo deseo dar las gracias a todos aquellos que quieran compartir conmigo mis escritos.
Escribir es mi pasión, que junto con la lectura me han formado como mujer y persona.
Escribo desde lo más profundo de mi corazón, creo que es la mejor manera de llegar al lector.
Gracias a tod@s mis amig@s por su apoyo incondicional, por ellos he publicado mi primera novela, "Designios de una guerra" Si queréis conocerla, tiene su página en Facebook.
Reitero los agradecimientos a tod@s aquellas personas que creen en mi.
Mil besos y hasta pronto.

lunes, 1 de agosto de 2011

LOS ZAPATOS DEL CISNE.


 Os dejo un relato de moraleja, un maravilloso cuento que estoy segura que en muchos casos se ha hecho realidad.                           




 LOS ZAPATOS DEL CISNE


La sala en la que estaba sentada era fría como un témpano, aquel hombre elegantemente vestido iba enumerando a los miembros de la familia de Leonor. Ella se mostraba distraída y distante, observó como alguno de los allí presentes esbozaba una ligera sonrisa al oír pronunciar su nombre.
Leonor no tenía ganas de reír, se hallaban en ese lugar para escuchar las últimas voluntades de  su abuela, a ella aquello le dolía, su pérdida había sido repentina, se fue sin molestar, como era habitual en ella.
De pronto aquel hombre elegante y estirado pronunció su nombre. Leonor dio un respingo en su silla, y a través de sus gafas lo miró. Este al percatarse de que la chica le estaba escuchando, continuó hablando con su voz de barítono.
- A mi dulce nieta Leonor, le lego mis más preciados tesoros…
Todos los presentes miraron al unísono a Leonor, sus ojos reflejaban sorpresa. El envarado hombre siguió leyendo, a pesar de percibir el clima de tensión que había creado en ese instante.
- Aquellos,- continuó- que con tanto mimo he tratado a lo largo de mi existencia. Y por los que me convertí en la mujer que he sido durante estos dilatados años. Mis zapatos de charol negros y mi primer taller.
Los rostros de los familiares se relajaron al momento, incluso se oyó una exclamación irónica. Leonor se mostró impasible, ella no deseaba dinero, ni propiedades, su único anhelo era que su abuela aun estuviera con ella. Por ello no entendía la codicia de sus primos y tíos, todos esperaban impacientes su parte del pastel.
Su abuela había sido una mujer trabajadora, una artista del zapato, como le gustaba denominarse a ella misma. Desde su más tierna infancia había trabajado en el pequeño negocio familiar de sus padres, conocía cada intríngulis del taller de zapatos. Había cosido a mano miles de ellos, cada uno de esos zapatos tenía una historia. Ella siempre decía que si tenías el placer de conocer a la persona que iba a calzar unos de sus pequeños hijos, el trabajo se hacía más fácil, más dulce, hasta convertirse en un arte. Se había negado a avanzar con el tiempo, era de las pocas personas que quedaban que diseñaba y cosía con amor cada una de sus creaciones. A su pequeño taller, acudían hombres y mujeres de todos los lugares del mundo, su fama había ido creciendo a lo largo de los años y con ella su fortuna. Su entierro fue multitudinario, gente que la familia ni conocía se acercó a darle su último adiós.
Leonor se percató de que sus familiares se habían levantado, algunos daban muestras de enfado, otros lucían una generosa sonrisa. La única que permanecía impasible era ella, había recibido lo que su abuela creyó justo, con eso le bastaba. Con paso lento se dirigió a la puerta, la voz del notario la detuvo.
- Necesito que se quede un instante señorita.
Leonor obedeció y una vez que la fría sala se quedó vacía, el hombre le explicó el porque de su petición.
-Su abuela me pidió que la entregara esta carta junto con las llaves del taller.- Expuso alargando su mano con dichos objetos.-
- ¿Y los zapatos?- Preguntó Leonor.-
- Supongo que en la carta se lo explica. De todas maneras si tiene alguna duda, póngase en contacto conmigo e intentaremos resolverla.
Leonor se despidió del notario y con la carta en la mano salió del lugar. El hombre la observó y recordó todo lo que su abuela había contado de ella…
Sin muchas dilaciones Leonor se dirigió al viejo taller de su abuela, allí la esperaba Fernando, uno de los más viejos ayudantes de la difunta.
- Pase señorita, la estaba esperando.- Dijo el anciano.- Su abuela ya me aviso.
-¿Cómo que mi abuela ya le aviso? Si yo misma me acabo de enterar.- Replicó sorprendida-.
- Hay muchas cosas que usted no sabe...- dijo enigmático Fernando.- Pero pase, pase al despacho de la señora.
Leonor observó cada rincón del ese lugar tan amado por su abuela, rememoró los buenos ratos compartidos en él con ella, sus ojos se empañaron de tristeza y añoranza al mirar el antiguo sillón de piel, ahora vacío.
Lentamente se acercó a él, y se dejo caer en su mullido asiento con dolor. Se limpio las gafas y rasgó el sobre, disponiéndose a leer la carta de su abuela.

Mi queridísima nieta Leonor.
Si estas leyendo esta carta, quiere decir que ya emprendí el último viaje. Comprendo lo triste que debes estar, pero no olvides que he disfrutado cada segundo de la vida, he vivido como he deseado, algo que consideró un privilegio.
Imagino que te preguntaras muchas cosas, cosas que voy a intentar explicarte con estas letras.
Sabes que siempre has sido mi nieta predilecta, desde el mismo día que tus lindos ojitos se abrieron al mundo, supe que eras especial, que eras como yo. Ese es el motivo por el que te enseñado todo lo que sé, mi más ferviente deseo es que te conviertas en mi sucesora.  Te he dejado el viejo taller, porque hay es donde empezó la historia. Quiero que seas tú la que trates con mis clientes preferidos, que mimes sus pies como yo he hecho durante este tiempo.
Pero eso no es todo, te conozco a la perfección se como te has sentido desde tu infancia. Como te ocultas detrás de esas gafas.- instintivamente Leonor se llevó la mano a ellas.- Siempre te has sentido el patito feo, las risas de tus primos y compañeros de colegio han ayudado, a pesar de ser más bella que ninguno de ellos. Yo te entiendo, ya que siempre fui como tú. Hasta que un día mi abuelo cambio el rumbo de mi vida, de la misma manera que yo haré contigo. No te sorprendas, he esperado a mi muerte porque te será mucho más fácil brillar, porque yo ya no necesito eso que tú poseerás. En el armario de la izquierda del despacho hay una caja forrada de seda azul, ábrela.
Leonor hizo lo que indicaba la carta, se sentó en el sillón y abrió la caja. Unos zapatos de charol negro la deslumbraron, con la yema de los dedos recorrió la silueta de estos. Algo se removió dentro de ella, no supo definir el motivo, acariciando aun los zapatos continuó leyendo.
Aunque no lo creas yo era una joven tímida y llena de complejos, mi refugio era el taller, allí trabajaba con mi abuelo, codo con codo, como tú hacías conmigo. Un día conocí al que más tarde se convertiría en mi esposo, me enamoré al instante, en un fugaz momento noté como mis piernas flaqueaban, como mi corazón palpitaba con ahínco. Pero él no pareció darse cuenta de mi presencia, y eso me sumió en una gran tristeza. Mi abuelo, un hombre observador, se percató de mi angustia y un buen día, estando solos en ese despacho al que tanto amo, me regaló esos zapatos de charol negro. Recuerdo cada una de sus palabras como si las acabara de escuchar
Estos zapatos simbolizan a la mujer, pero no a una mujer cualquiera, no. La mujer que tenga el privilegio de calzarlos alcanzara el éxito, se convertirá en una hermosa dama que acaparara la atención de la gente, su seguridad se transmitirá por cada poro de su tersa piel, conseguirá cualquier meta que se proponga. Solo hay una condición, que sea siempre fiel a si misma, que no utilice sus armas para dañar a terceras personas, y que cuando su vida se extinga tenga preparada a otra mujer para llevarlos.
Seguro que pensaras que son cosas de viejos, como yo misma pensé en el instante que mi abuelo me los regaló. Pues estas equivocada, tardé varios días en calzármelos, hasta que una tarde el hombre que ocupaba mi corazón, volvió a entrar en el taller y esta vez acompañado de una exuberante mujer. El alma se me cayó a los pies, mientras miraban los hermosos zapatos expuestos, mi abuelo susurrándome al oído me ordenó ponerme los zapatos. Pensé que era una tontería, pero le obedecí, no deseaba romper los sueños de un anciano.
Al deslizar mi pie dentro del zapato, una energía desconocida recorrió cada nervio de mi cuerpo. Al toparme de nuevo con los ojos de mi amor platónico, este se quedó absorto en ellos, una vigorosa electrizad transitó entre nosotros. Comencé a sentirme esbelta, ágil, seductora, aquella mujer despampanante que le acompañaba, me pareció vulgar, con su cabello teñido, su carmín demasiado rojo, su vestido estrecho, sus ojos vacíos... Fue entonces cuando sin pensarlo, sin preámbulos, ni miedos, me acerqué a ellos, percibí como él caía subyugado a mis pies, A partir de ahí mi vida cambió, más tarde le pregunté a mi abuelo, que poder poseían los zapatos, él, con una gran carcajada, me instó a averiguarlo.
A pesar de mis esfuerzos no he conseguido averiguarlo, pero el efecto es real, no te engaño. Te invito a que los pruebes, a que tus pies se sumerjan en su cavidad, notaras todo eso que te he explicado, y quizá dejes ver a la verdadera Leonor, esa que se oculta detrás de las gafas de carey.
No olvides que te estaré observando.
Tu abuela que te quiere.
ALEJANDRA
Leonor contempló absorta los zapatos, su brillo iluminaba la estancia. No creía ni una palabra de lo que había leído, pensó que eran antiguas leyendas. ¿Cómo unos zapatos podían tener esa clase de poder?
Observó los muchos zapatos expuestos en la estanterías, a cual más hermoso. Su abuela había diseñado cada uno de ellos para una persona en concreto, luego hacía una copia de los que más le gustaban, exponiéndolos en su despacho, cerca de su vista, para recrearse con su belleza. Esa era su abuela, amaba los zapatos por encima de todas las cosas, por lo tanto no era de extrañar que hubiera inventado semejante historia.
Con una sonrisa se levantó del sillón, imaginó que podía ocurrir en su vida si fuera verdad la leyenda.
Se vio rodeada de hombres deseándola, atendiendo a gente importante, mujeres mezquinas mirándola de soslayo… Eso le produjo una gran carcajada, ella que no era capaz de declarar sus sentimientos a Pablo, el hombre que tanto le gustaba. Pero ahora todo sería diferente, tendría que llevar el taller de su abuela, el trabajo no le asustaba, estaba acostumbrada y conocía cada detalle de ese arte.  Otra cosa era tratar con la gente, con los hombres en especial, su inseguridad a veces la hacían tartamudear. Fernando llamó con los nudillos a la puerta, interrumpiendo de esa manera sus cavilaciones.
- Señorita Leonor, hay un caballero esperándola en el taller.- Al pronunciar la frase, sus ojos repararon en los zapatos que había encima de la mesa, una sonrisa iluminó su ajado rostro.-
Leonor se dirigió a la puerta, en el dintel de esta se quedó parada. Vislumbró la espalda de Pablo, él estaba observando unos zapatos, los nervios y la timidez la poseyeron de nuevo, se vio incapaz de avanzar y retrocedió hasta el despacho. Fernando se percató de ello, y sutilmente la indico que se calzara los zapatos de charol negro.
-No tengo nada que perder.- susurró mientras se sentaba de nuevo.-
Se quitó sus botas y deslizó el pie delicadamente en aquellos hermosos zapatos. Una electricidad recorrió su cuerpo, sin darse cuenta soltó su pelo, y las gafas acompañaron a la vacía caja que reposaba sobre la veterana mesa de roble del despacho.
Al andar sus pisadas resonaron en la madera que cubría el suelo, eran pasos seguros, enérgicos. Pablo se volvió al oírlos, y quedó maravillado ante la visión. Aquella mujer que tenía delante, no era la Leonor que conocía, esta era una mujer hermosa, cautivadora, electrizante... Sus ojos irradiaban seguridad, transmitían sinceridad, y sin presentirlo se quedó atrapado en ellos, a duras penas consiguió balbucear unas palabras.
- Hola Leonor, he venido a presentarte mis condolencias por el fallecimiento de tu abuela.
- Gracias Pablo,- respondió segura.- ¿Te apetece tomar una café?
Él asintió con la cabeza y siguió sus pasos.
Ella antes de entrar al despacho miró a Fernando, este sonreía, ella le lanzó un beso.
Al volverse acomodar en el sillón, echo un vistazo al retrato de su abuela, le pareció que este se iluminaba.
La vida de Leonor cambió, jamás volvió a ser la mujer tímida e insegura de antaño. Los zapatos le acompañaron durante toda su vida, a pesar de que pasado un tiempo ya no fueron necesarios siempre que podía se los calzaba. Le gustaba la sensación que estos le producían, los mimaba y cuidaba como si en ello le fuera la vida, buscó hasta hallarla a la mujer que un día, los llevaría, cambiando de esa manera su destino.
No hay leyendas sin verdades, ni verdades sin leyendas. Los zapatos de charol negro, pueden existir, o puedes creer que no. Pero si un día puedes disfrutar del placer de calzarlos sabrás la verdad…
GRACIA PÉREZ

Perdona que no te conozca


Hola a todos os quiero dar la bienvenida a mi blog con uno de mis relatos favoritos. Espero que os guste y os emocione, esta escrito desde lo más profundo de mi corazón.

 

PERDONA QUE NO TE CONOZCA



Emma salió del hospital cabizbaja, aunque desde el principio supo que le ocurría, oírlo de boca del neurólogo era su sentencia.
Paseó por la playa intentando recuperar la compostura. Los signos eran claros, pequeños lapsos de memoria, no recordar cosas cotidianas, sentirse perdida en un lugar familiar. Todos esos detalles la hicieron pensar que el alzheimer sería su compañero en el final de su vida.
Ella era una mujer comprometida con la sociedad, desde su jubilación dedicaba muchas horas a obras sociales. Una de ellas precisamente era cuidar a personas con esta enfermedad, con lo cual no necesito que el médico le explicara nada. Sabía como evolucionaría.
Se sentó en la fina arena de la playa mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. De aquí a un tiempo no recordaría su pasado, no se conocería a sí misma, su marido, sus hijos y nietos se perderían en el laberinto de su memoria. Eso le dolía, sentir como se disiparía su vida entre la neblina, saber que su familia y amigos serían testigos de su declive como persona. Lentamente se acercaría al abismo que esta enfermedad produce...
Se levantó sacudiéndose la arena que había quedado enganchada en su falda. Anduvo sumergida en sus pensamientos hasta llegar a su casa. Una vez allí en la soledad de su hogar, lloró desconsoladamente por el futuro certero que la esperaba.
Pero Emma era una mujer valiente, llena de entusiasmo y ganas de vivir. Por nada del mundo iba a dejar de luchar esa batalla. En una libreta apuntó todo lo que podía hacer para intentar retener su memoria el máximo  espacio de tiempo posible.
También decidió dejar por escrito cosas importantes de su vida, de esa manera sus nietos e hijos podrían relatársela cuando ella ya no se acordara.
Pero antes de comenzar esa nueva etapa, tenía que hablar con la familia. Llamó a sus hijos para reunirlos, estos se mostraron sorprendidos pero acordaron verse esa misma tarde, para su madre parecía urgente. Emma dio gracias a dios por evitar que su marido Pablo viviera ese momento, estaba segura que no hubiera resistido ver como ella se sumergía en las tinieblas del recuerdo.
Andrea y Pedro, acudieron a casa de su madre inmediatamente después de salir del trabajo. Ellos habían hablado sobre la llamada misteriosa, y estaban muy preocupados. Su madre los besó y les hizo sentarse, cogió aire y sin preámbulos les explicó su enfermedad. No omitió nada de lo que un futuro próximo le ocurriría, quería prepararlos para ello. Sus hijos se mostraron enteros y aceptaron sus condiciones, ella sería el máximo tiempo posible independiente.  Acudiría a centros especializados en la enfermedad, se enfrentaría a ella intentando ganarle tiempo. Pero cuando llegara la hora, quería que la ingresaran en un centro, no deseaba hipotecar la vida de sus hijos cuidando de ella. Al salir de casa de su madre, Pedro y Andrea se miraron, las lágrimas contenidas ante Emma brotaban ahora de sus anegados ojos.
Esa noche Emma no durmió, se dedicó a ver fotografías antiguas, recordar episodios de su vida, de alguna manera rememorar su pasado antes de olvidarlo.
Encendió su ordenador y comenzó a escribir.

Querida familia, hoy  me he enterado de la terrible enfermedad que me acecha, ese motivo es el que me impulsa a escribiros esto. Deseo de corazón que conozcáis a vuestra madre y abuela, tal como es. Que sepáis lo mucho que os quiero,  recordadlo siempre que me olvide de quien sois. Vosotros sois lo más importante de mi vida, por eso me duele tanto olvidarlo, pero desde este día hasta el final lucharé para reteneros en mi memoria.
Vosotros sois conocedores de parte de mi vida, pero como comprenderéis no es contado siempre todo. Ahora conoceréis a la verdadera Emma, la que no solo es madre y abuela. Esto lo hago para que me recordéis tal como soy ahora, que vuestra mente retenga la imagen de la mujer fuerte y valiente que siempre fui. Aspiro a que borréis de vuestra memoria el deterioro al que me veré sometida, recordad que esa mujer no seré yo, Emma, es la que escribe ahora al mismo tiempo que sus ojos se anegan de lágrimas.
Esta noche he intentado volver al pasado, mirando fotos antiguas. En una estamos vuestro Padre y yo en la playa, en la misma que hoy me ha visto llorar, entonces no lloraba, una sonrisa radiante iluminaba mi rostro. No podéis imaginar lo felices que éramos aquel maravilloso día, los jóvenes pensáis que lo viejos no hemos tenido la misma vida sexual de la que vosotros disfrutáis. No sabéis lo equivocados que estáis, esa foto que anteriormente he mencionado fue tomada el día que Pablo y yo mantuvimos por primera vez relaciones sexuales, de ahí nuestra inmensa sonrisa. Fue en un coche perdidos en un bosque, lo que sentí fue algo especial, llevábamos saliendo un año, postergando ese momento tan deseado por los dos, hasta ese día, después de aquello lo quise aun más. Es cierto que como todas las parejas tuvimos nuestros problemas, pero lo que nos unía por encima de todas las cosas era nuestro amor. Un amor que nos llevo a crear una sólida familia, de la que siempre nos hemos sentido orgullosos. Hay algo que nunca os he contado, ese algo me lo pidió vuestro padre en su lecho de muerte. La poca energía que le quedaba la gastó en solicitarme que continuara manteniendo unida a esta familia, ahora hijos os pasó el relevo. Mientras escribo esta larga carta, he colocado frente a mí la foto de mi boda, “ éramos tan jóvenes”. La ilusión se refleja en nuestros ojos, la mirada cargada de amor llena la estancia, intento grabar en mi memoria con fuego ese instante. Hubiera deseado llegar a anciana con mis facultades intelectuales intactas, hoy se que no será así, que no podré aconsejar a mis nietos sobre su futuro, que me perderé sus amores y desamores, no  estaré el día que se gradúen...
Ese motivo me lleva a preparar un viaje con ellos, solo la abuela y sus nietos. Quiero contarles lo mucho que los quiero, lo feliz que me hicieron al llegar a este mundo, explicarles lo que me ocurrirá y pedirles perdón por no estar cuando me necesiten.
Recuerdo el día en que naciste tú, Andrea, nuestro primer retoño, yo era una joven de veinte años que al tenerte en mis brazos por primera vez creí que ibas a romperte. Ya ves como pasa el tiempo, ahora serás tú la que cuide de mí, y tú Pedro, te pasaste llorando los primeros meses de vida para desesperación nuestra. Aquel niño llorón y nervioso, ha dado paso a un hombre tranquilo y brillante. Estoy muy orgullosa de vosotros, de vuestra calidad humana, algo que he intentado inculcaros desde niños. La vida no es solo poder y dinero, lo mejor de ella es amar y ser amado por tu pareja, amigos y familia... Sin eso no somos nada, creedme, durante todos estos años he visto como grandes hombres de negocios, con mucho dinero se han quedado solos ¿ por qué? Es simple, antepusieron el dinero al amor, al valor de la amistad y la vida les devuelve la pelota. A mí eso no me pasará, sé que nunca estaré sola, os tengo a vosotros, pero también a mis amigas. Sin ellas no sería la mujer que soy, es muy importante  saber que todas las personas a las que quiero estarán ahí.
 “ Mis amigas”, vuestro padre siempre se reía de lo mucho que nos llamábamos,  -  parecéis amantes-  me decía. Pero he de contaros que dudo mucho que sin la ayuda de ellas, Pablo y yo hubiéramos superado una de las crisis de pareja más gorda que tuvimos. Pensareis que estoy loca, ya os he dicho al principio que no sabéis todo sobre mí, pues esto es una de la muchas cosas que ignoráis. Ocurrió en uno de los muchos viajes que papá hacía, si es lo que os imagináis, conoció a una mujer y tuvo una pequeña aventura. No os encandilaseis  esto pasa,  vuestros padres son humanos, bien a lo que iba, yo me enteré y por supuesto quería romper con Pablo, no podía tolerar dicha traición. Recuerdo lo mal que lo pasamos los dos, pero mis amigas hicieron lo imposible para hacerme ver que vuestro padre había cometido un grave error, pero no un asesinato, aunque yo sintiera eso. Durante semanas me hicieron revivir nuestra larga vida en común, intentado buscar fisuras o traiciones,  no las encontré, en aquel momento logré perdonarlo. Ellas nos regalaron un viaje romántico para nuestra reconciliación, les estaré agradecidas toda la vida, a veces uno se ofusca y no es objetivo, para eso están los buenos amigos, su misión es abrirte los ojos y devolverte a la realidad.
 Otro acontecimiento importante en mi vida, fue el día que mis padres murieron. La primera vez que vi la muerte rondar alrededor de mí, os puedo jurar que sentí como mi corazón se rompía.  Ver como los seres queridos te abandonan es terrible, no obstante  aprendes a vivir sin su presencia, pero marca el resto de tu vida.
Hay muchas cosas que hacen que uno se vaya formando, la vida es un periodo de tiempo muy largo, a pesar de pasar muy rápido. He pretendido enriquecerme como mujer a cada instante, he saboreado la vida y su gente. He aprendido a ser humilde, la arrogancia no conduce a nada bueno, tampoco es que sea una santa, pero creo que no he hecho daño a nadie a propósito, y si fuera así desde estas líneas  pido disculpas. Vosotros sabéis que no os dejaré una gran herencia, he vivido dignamente pero sin lujos. Mi legado será pequeño pero intenso, los valores, esos que hoy en día la gente olvida fácilmente. Espero que mis hijos no sean uno de ellos, que los conserven hasta el final, sin ellos no somos personas, solo hay que mirar alrededor para darse cuenta. Otra cosa que os dejo son mis libros, aquellos amigos que me han acompañado durante mi vida, los que me han hecho llorar y reír, aprender de otras culturas, en definitiva hacerme feliz. Toda esta biblioteca a la que habéis contribuido con vuestros regalos, es mi patrimonio más querido. Y a vosotros os lo entrego, cuando leáis uno de ellos acordaros de lo mucho que disfruté con sus letras. Me acuerdo de lo que os reíais en mi cumpleaños o en reyes, cuando me preguntabais que regalo deseaba. Yo sacaba mi lista de títulos, y vosotros renegabais por ser tan poco original, - siempre lo mismo mama- me decíais. Pues bien, este será mi regalo, como veis sigo siendo poco original.
Hijos míos, vosotros habéis colmado mi vida de dicha, ser madre ha sido un trabajo duro pero grato, hoy obtengo la recompensa a todos mis desvelos. Observó las personas que sois y me siento satisfecha por la labor bien hecha, yo os he visto de niños ahora me veréis a mi. Porque esta larga enfermedad tiene eso, quiero ser positiva y ver las cosas desde un punto de vista práctico, conozco las etapas por las que pasaré y lo duro que será para vosotros vivirlas. Pero saber una cosa, yo seré feliz, viviré en un mundo creado para mí, donde no existirá la realidad que al fin y al cabo es por lo que sufrimos. Saber que yo ante todo he sido mujer, he amado, sufrido y llorado pero también he sido feliz.  Para mi la felicidad es una utopía, constantemente digo que la felicidad consiste en retazos que robamos a la vida, por tanto,  he sido una buena ladrona.
He tenido mucha suerte, por eso ahora no voy a quejarme. En el mundo hay muchas personas con esta enfermedad, hombres y mujeres que como yo dejaran una vida en el olvido. Al menos he conseguido mi propósito, he disfrutado de ella antes de olvidarla, otros ni siquiera tienen eso.
El tiempo que me quede de lucidez lo pienso aprovechar, meterme en cualquier resquicio donde vislumbre algo positivo. Prepararme para el futuro, dejar las cosas claras, decir a la gente lo mucho que la quiero, viajar a países que siempre he soñado. Con todo eso y vuestra presencia escribiré mis últimos años. Seguiré escribiendo, plasmaré con letras mis sentimientos, para que los que quedáis recordéis siempre a esta Emma.
Estoy cansada, he pasado toda la noche rebuscando en mi pasado. Os he mostrado mi yo, pero quedan muchas cosas que contar...
Lo que si os quiero decir, es que no os sintáis tristes cuando ya no os conozca. Muchos besos y todo el amor del mundo.
                                      Emma.

Cinco años después


Andrea corría desesperada, llegaba tarde. Era el cumpleaños de su madre y habían preparado una fiesta, su hermano Pedro se encargaba de recogerla del centro y llevarla a casa. Estaría toda la familia, y también las grandes amigas de su madre, cumplía setenta años. Andrea pasó a buscar a una de dichas amigas que tenía problemas de movilidad, de vuelta a casa hablaron de cosas triviales, hasta que Alma, que así se llamaba la señora preguntó.
- ¿ Cómo lo llevas Andrea?.
Andrea miró a la mujer, ella sabía que su madre les había pedido que cuidaran de ellos. Entendía la preocupación de Alma, pero su madre no tenía sustituta, una mujer como ella era difícil de encontrar. Esos últimos años había visto como Emma luchaba con uñas y dientes para no caer en el olvido, al final la enfermedad había podido más que su constancia. Ella ansiaba verla como antes, intentaba cumplir sus deseos, pero era difícil. Su madre les dejó un reto muy grande, ¿cómo podían no sufrir por ella? Verla con la mirada perdida en el espacio era como si te clavaran un cuchillo en el corazón. A Pedro le ocurría lo mismo, pero lo disimulaba, su hermano acudía a visitar a su madre cada día, ella le sorprendió más de una vez hablando con Emma como si estuviera bien.
- Por qué?- le preguntó una tarde-.
- Es lo ella quería, mama esta aquí. Aunque no podamos percibirla, yo tengo la intuición que si la habló como a la mujer que fue es más feliz. No sé Andrea, quizá solo me quiera aferrar demasiado, veo la realidad aunque me cuesta admitirla Pero ella nunca nos pidió nada, su único deseo consistía en que la viéramos tal y como era antes de que la enfermedad se la llevara, eso es lo que intentó. Cumplo su deseo y, además, me ayuda a superar mi angustia.
Andrea abrazó a su hermano, él tenía razón. No valía la pena machacarse buscando una explicación, su madre en las cartas lo relataba todo, era explícita respecto a la enfermedad.
En ese instante miró a Alma y contestó.
- Estoy bien, hoy es un día especial. Hemos llevado a mama a casa y nos reuniremos como en los viejos tiempos, eso le hará feliz. Estoy segura.
- Por supuesto hija.- Contestó Alma.-
En la casa todo estaba preparado, los nietos habían adornado el salón, como su abuela les hacía cuando eran niños. Habían hecho un cartel muy grande con frases y fotos de ella. Laura, la hija de Pedro presentía que su abuela se daría cuenta, la echaba tanto de menos. Mientras esperaba la llegada de la homenajeada, rememoró el viaje que hicieron cinco años atrás, los tres nietos. Pablo, Elena, ella y su abuela, los llevó a Italia y recorrieron juntos museos, librerías, pizzerías etc. Fueron quince días estupendos, disfrutaron de su abuela como nunca, hablaron de amor, sexo, drogas y alzheimer. Ella les contó lo duro de la enfermedad, como olvidaría todo lo que amaba. Pero a pesar de todo le hizo entender que la vida tiene esas cosas, que uno no puede pasar el tiempo lamentándose por  el infortunio. “La vida es breve y hay que vivirla”, les dijo.
Hoy sus nietos intentarían devolver por unos instantes parte de su memoria a Emma.
Cuando Emma entró a su casa, no dio señales de reconocer nada, ella deambulaba por el galimatías de su mente. Laura se acercó y abrazándola le dio un sonoro beso, al que Emma respondió con una  sonrisa. Así fueron pasando cada uno de los allí presentes, sus besos humedecieron las mejillas de Emma. Una sonrisa permaneció suspendida en sus labios, ella les dijo tiempo atrás  que la besaran mucho, porque era lo que más  llegaba a su confusa percepción.
Andrea se acercó y besó a su madre.
- ¿Quién eres?- Preguntó Emma-.
Andrea tragó saliva y contestó con una radiante sonrisa.
- Soy Andrea mama, tu hija-.
- ¿Andrea? ¿Mi hija?- contestó Emma sorprendida.
- Sí, mami. Estamos todos aquí, hoy es tu cumpleaños y tenemos un regalo muy especial.
Emma los miró a todos sin conocer a nadie, Pedro le dio un regalo, su tamaño era el de un libro. Emma con ayuda de sus nietos lo abrió. La portada del libro tenía un titulo.
El corazón de Emma al desnudo
Sus hijos, nietos y amigas habían encuadernado todas las largas cartas que Emma escribió en los últimos años. Cada uno de ellos leería una de ellas, haciendo de esa manera recordar a Emma quién era. Andrea leyó la primera.
Querida familia...
Emma según iba escuchando sintió que eso que oía tenía que ver con ella...


                                      FIN

Este emotivo relato es un pequeño homenaje a esos hombres y mujeres, que se han perdido, se pierden y se perderán en las lagunas de su memoria.