Bienvenidos a mi blog

Ante todo deseo dar las gracias a todos aquellos que quieran compartir conmigo mis escritos.
Escribir es mi pasión, que junto con la lectura me han formado como mujer y persona.
Escribo desde lo más profundo de mi corazón, creo que es la mejor manera de llegar al lector.
Gracias a tod@s mis amig@s por su apoyo incondicional, por ellos he publicado mi primera novela, "Designios de una guerra" Si queréis conocerla, tiene su página en Facebook.
Reitero los agradecimientos a tod@s aquellas personas que creen en mi.
Mil besos y hasta pronto.

domingo, 29 de abril de 2012

Érase la vida misma. Cuento de caperucita, adaptado al mundo actual


Érase………….
Una joven muchacha, que a pesar de vivir alejada de la civilización era feliz, el verde y frondoso gran bosque que le rodeaba constituía su vida en si.
Caperucita había crecido amparado por el amor de su madre y abuela, no sabía de la maldad, del rencor o la venganza. Esas cualidades del ser humano, habían sido censuradas de su educación. Por lo tanto nos encontramos con una beldad quimérica en el siglo XXI.
La noche comenzaba a caer sobre el bosque, pero muy a su pesar la rubicunda mujer tenía que enviar a la hija, caperucita, a casa de la abuelita. Su madre, la anciana mujer llevaba postrada en la cama años, sus viejos huesos no respondían a estímulos ni razones. Por ello su nieta se hacía cargo de su cuidado.
Caperucita salió cuando la luna comenzaba a apreciarse en el cielo, con su capa roja y su cesta salió contenta a la misión. Imaginaba la historia que su abuela la contaría esa noche, sería de monstruos, de hadas, o de ambas cosas…
Sin miedo caminaba por el sendero que tanto conocía, ignorando los ojos malvados que esperaban agazapados su visita.
Al pasar junto a uno de los grandes árboles que habitaban el bosque, una visión inesperada hizo palpitar con fuerza su corazón.
- ¡Eres tú! – Exclamó nerviosa.- Me has dado un susto de muerte.
El lobo la miró airado, que se había pensado la mocosa… Eso era lo que él que quería, además claro esta, de cambiar la aptitud de esa jovencita que enamoraba con sus encantos pueriles a los lugareños. El se encargaría de romper el mito, de devolver a cada uno a su sitio. Y así comenzó…
- Mi querida Caperucita, nada más lejos de mi intención que asustarte, nada menos que a ti querida niña. – Recitaba con voz melodiosa- Te esperaba para explicarte algo, mejor dicho proponerte un juego…
Caperucita escuchaba con atención, pero era consciente de que no podía perder el tiempo. Su abuela esperaba la cena.
- Pues siento tener que decirte.- Contestó serena- Que nos has elegido el mejor momento, mi abuela espera mi llegada y no deseo hacerla sufrir…
- Esta bien, esta bien, si quieres te acompaño hasta su casa. No tengo nada que hacer…
Esa amabilidad mosqueó a la joven caperucita, que arrebujo su cuerpo en la capa roja en un intento de alejar la desazón que comenzaba a invadirla.
- Solo quería comentarte unas cositas, que a bien seguro tú ignoras. Todos conocemos a tu madre y su recelo.- Continuaba el lobo mirando de soslayo la reacción de la joven.- Supongo que recordaras a tu amiga Susana. Claro, como no la vas a recordar sin hasta compartisteis novio…
Caperucita, miró al lobo con nuevos ojos…
-Bien quiero que sepas que tengo noticias frescas sobre ella y su destino, buenas, muy buenas. Seguro que te gustarán…
Ella no estaba tan segura de tal afirmación…
- Se ha casado, ya ves, primero te deja sin novio y después se casa con otro. Un político, dicen que con mucho futuro, de momento ya es alcalde un gran pueblo. Quien nos iba a decir que la joven Susana llegaría tan alto…
- ¿Y qué? – Preguntó Caperucita cada vez más sorprendida. Ese no era el malvado lobo que conocía de toda la vida. No entendía nada…-
- No se, es que he pensado que quizá a ti te gustaría vivir una aventura parecida. Llevas una vida tan aburrida…- Comentó el lobo con voz de cordero.- Si es así, te puedo ayudar, en la ciudad tengo amigos, las recomendaciones son imprescindibles en la era en la que vivimos. Quizá allí encuentres al hombre de tu vida, ya sabes aquí en el pueblo, solo quedan viejos…
Una tenue luz comenzaba a vislumbrase en la lejanía, era la casa de la abuela. El lobo comenzó a impacientarse, era consciente de que le quedaba poco tiempo para urdir su plan.
- Si lo deseas, mañana mismo puedes partir, te ofrezco una vivienda digna y un trabajo bien remunerado. ¡Ah! Y no te preocupes por el empleo, poco tendrás que hacer, no más de lo que ya haces aquí.
Caperucita se mostró suspicaz, desde que tenía memoria el lobo había querido comérsela, y ahora le ofrecía una salida del bosque. La historia comenzaba a gustarla, quizá el lobo no eran tan malo…
- Tengo planes, muchos planes para ti. Eres una chica encantadora, y se que sabrás estar a la altura. Solo tienes que decir si, y tu vida cambiara tanto que ni tu misma serás capaz de reconocerte.
Caperucita paró en seco.
- ¿Qué quieres decir? – Preguntó ingenua-
- Que dejaras de ser la niña del cuento para convertirte en princesa de película.- Añadió el lobo seguro de tenerla en el bote.-
- ¿De verdad podría tener un precioso piso en una buena zona, un gran salario sin hacer nada?-
- Eso y mucho más, depende de tu ambición, si eres como tu amiga Susana tendrás el mundo a tus pies.
El lobo se percató de la cercanía de la casa maldita para él. Entonces con paso ágil y voz reposada le lanzó el último dardo envenenado.
-  Ya sabes, si de verdad lo quieres solo tienes que tomarlo.
Y tal como dijo la frase se perdió en la negrura de la noche…
Caperucita iba pensando en las palabras del lobo, analizando su oferta. Quizá no fuera mala idea cambiar de aires, conocer mundos distintos…
Entretanto, el sigiloso lobo había entrado en la pequeña casa del bosque, la abuela inquieta por el retraso de su niña se había levantado con gran esfuerzo. Las palabras de reprimenda se congelaron en el aire al ver que no era su nieta la que había entrado en casa… El lobo lanzó sus zarpas sobre ella, sin dar tiempo a la anciana a repeler el envite…
Al entrar en casa un olor peculiar invadió sus fosas nasales, un olor que en ese instante no supo definir. Fue derecha a la habitación de su abuela, y allí la encontró tendida en la cama y tapada hasta la nariz.
Caperucita comenzó a explicarle su encuentro nocturno con el lobo, la anciana movía la cabeza en señal de afirmación y una media sonrisa iluminaba su ajado rostro.
- Abuela, abuelita. ¿Tú que crees que debo hacer?- Preguntó inocentemente la joven Caperucita.-
La abuela respondió con un gesto hosco de afirmación.
De pronto la lucidez volvió a la joven, reconoció el olor, la forma y palabras del viejo lobo. Sin dar muestras de su descubrimiento, se acercó a la chimenea y cogió el atizador.
Sin preámbulos golpeó con fiereza el cuerpo oculto bajo las sábanas. Cuando el lobo quiso darse cuenta la sangre manaba profusamente de su cabeza.
- ¿Cómo y por qué?- Preguntó con un hilo de voz el lobo, notando que la vida se le escapaba.-
Caperucita respondió orgullosa a sus preguntas, sin bajar el atizador de la forma de ataque.
- ¿Cómo? Es muy simple, mi abuela jamás consentiría que hablara durante tanto rato sin interrumpirme, de ahí que te has delatado ¿Por qué? Porque a pesar de saber que no te has comido a mi abuela, sino que la escondiste en el armario, eres un corrupto, tienes tantas ansias de poder en el bosque que no dudas en comprar a aquellos que te hacen sombra, utilizando las técnicas menos loables. Eres igual que todos lo que se creen con el poder de la humanidad.
Soy Caperucita, si, inocente, si, pero no tonta…
A continuación sacó a su abuela del armario y las dos juntas vieron morir al viejo lobo corrupto ahogado en su propio hedor…
Gracia Pérez

miércoles, 25 de abril de 2012

Maravilllosa reseña de" Suspendidos en el tiempo" de Sonia Sierra. Un millón de gracias por tus palabras.


Suspendidos en el tiempo

Cuando su primera novela, Designios de una guerra, ya va por la segunda edición, Gracia Pérez publica ahora la segunda, Suspendidos en el tiempo, mucho más arriesgada desde el punto de vista formal. Aun así, la autora sale airosa de la prueba. Se trata de una novela polifónica que se va construyendo con saltos en el tiempo y voces que vienen del pasado en forma de cartas, diarios o relatos orales, de tal forma que la trama se va construyendo con estos retazos que, en algunas ocasiones, nos dan varios puntos de vista de un mismo suceso o complementan la explicación de lo ya narrado. Estos cortes provocan una gran intriga, lo que hace que una vez empezada la novela sea difícil dejarla. Teresa, una joven decoradora, decide, al separarse, dejar atrás su antigua vida en Madrid  e irse a un pequeño pueblo en el que empezar de nuevo y poder realizar, por fin, sus sueños. En su recién adquirida casa descubre un viejo cuaderno que es el desencadenante de toda la historia, una historia en la que salen a la luz viejos y dolorosos secretos que sus dueños creían enterrados.
La autora ha hecho un buen trabajo de investigación para recrear el ambiente de la minería durante la posguerra española así como la brutal represión que se ejerció con todo aquel que no comulgara con el régimen impuesto. Transmite, a su vez, un gran amor por el paisaje leonés y por sus gentes. Y es que, más allá de las diferentes intrigas que componen la novela, nos encontramos con una serie de personajes que, pese a las tragedias y las vicisitudes de sus vidas luchan para encontrar su lugar en el mundo y, sobre todo, para lograr su tan ansiada felicidad.

Sonia Sierra

jueves, 19 de abril de 2012

Firma de ejemplares


Os dejo un listado de los lugares donde estaré firmando ejemplares.
                               En Rubí
                      Especial sant Jordi
 Día 22 de abril. De 11 a 13 horas en la librería A4 Can Alzamora
 Día 23 de abril. De 11´30 a 13´30 en la librería A4 Can Alzamora.
 Día 23 de abril. De 17´30 a 19 en las carpas de la plaza doctor Guardiet.

Entrevista en radio adaja, Ávila

http://www.radioadaja.es/#fragment-3

Suspendidos en el tiempo, libro recomendado para Sant Jordi 2012. Por la revista se7 se7

http://revistase7se7.com/noticiasv.asp?key=2505

Entrevista de la revista se7 se7 el día de la presentación

http://youtu.be/xE7CyoJqLbI

miércoles, 18 de abril de 2012

UN VIAJE POR EL ALMA. SON LOS SENTIMIENTOS DE UNA GRAN AMIGA EN SU PRIMER VIAJE A SENEGAL


UN VIAJE POR EL ALMA

Todo empezó como una aventura, el día que Mónica y Jordi, decidieron emprender el viaje a Senegal, estaban emocionados. Ellos junto con un grupo de familiares decidieron sumergirse en el África profunda, allí donde no existen grandes complejos turísticos que ocultan la verdadera esencia de África. 
Lo tenían todo bien pensado, una de las mujeres que formaban el grupo, era íntima amiga de una misionera que lleva más de cuarenta años trabajando en mejorar la vida de los senegaleses. Su destino era ese, no serían solo unas vacaciones de turismo, no, ellos querían aportar su granito de arena. Y así, Mónica contactó con laboratorios, empresas de juguetes, papelerías…   La gente reaccionó bien, les entregaron alimentos para bebés, juguetes, libros, lápices, libretas, y sobre todo medicamentos, algo que realmente era necesario.  Su equipaje personal era ínfimo, ya que todas las maletas eran ocupadas por objetos necesarios para ayudar a la misión. Muchas valijas se llenaron con ropa que la gente generosamente donó.
Con todo atado, y la emoción a flor de piel, iniciaron el viaje que de alguna manera cambiaría sus vidas.

Muchas horas de vuelo, fue el principio, el cansancio lo dejaron en Barcelona, la adrenalina golpeaba con fuerza en sus venas. Toda una aventura, se decía a si misma Mónica. Ella es una mujer especial, dulce, amable, amiga de sus amigas y sobre todo solidaria. Por eso el viaje la tenía subyugada, pero lo que ella imaginó, pensó, o soñó, nada tenía que ver con la realidad latente que se encontró.
Al llegar a Dakar, tomaran un barco que les llevaría a su destino, Zinguichor, en la nave cruzaron el inmenso río de Casamance. Este río tiene una longitud de 320 Km. Nace en las colinas Fout- Djalon y desemboca en el océano atlántico. Es como si fuera un brazo del mismo océano, sus mareas altas hacen que muchas veces el mar avance sobre él, de ahí parte de su encanto…
Mientras Jordi, cámara en mano grababa todo lo que captaba, Mónica quedó atrapada por el murmullo de las aguas, la esplendora divinidad de las mismas, los reflejos que de estas brotaban, destellos de pequeños diamantes en un halo de luz. Las pequeñas y destartaladas barcas de pesca de los lugareños que navegaban por él fundiéndose con las aguas, la frondosa vegetación que alfombraba parte del río, donde las ostras habitaban a su antojo. Mónica comenzó a percibir, la magnitud del lugar, le impresionaba la luz, esa luz inigualable, esa luz única y genuina que solo África posee.
Por fin llegaron a su destino, desde tierra firme una mano saludaba con entusiasmo. Era la mujer que había entregado su vida a los demás, feliz saludaba a sus invitados. Ella sería la guía de esta aventura.
Desembarcar tanto equipaje llevó su tiempo, pero lo que no imaginaban era la recepción que la gente de la misión les tenía preparada. Las mujeres con sus vestidos multicolores, cantaban y bailaban a su alrededor, con alegría y agradecimiento. Los niños, esos pequeños que no poseen nada, cogían sus manos con dulzura, una sonrisa perenne iluminaba sus diminutos rostros.
Todos los recién llegados se emocionaron ante tal despliegue de gratitud. Una vez las primeras emociones pasaron, se dispusieron a ordenar todo el material que portaban. La misión era una fiesta…
Los días siguientes los dedicaron a visitar obras que la misión había fundado. El primer lugar que visitaron fue una leprosería, si, algo que para nosotros esta erradicado desde tiempos inmemorables, para ellos es una lacra que merma su salud y con ello sus vidas. Les recibieron con la misma alegría que en todos los lugares que posteriormente visitarían. A pesar de que tenían pocos motivos para reír, la mayoría de los adultos estaban allí por la enfermedad, mutilados de algún miembro, o sin parte del rostro, otros muchos ya ni estaban. Los hijos de estas familias conviven con ellos, muchos se han quedado después de la muerte de sus progenitores. Esos niños, adolescentes y jóvenes, mostraban su alegría, ante una situación tan diferente, les encanta posar para las fotos, buscan la cámara de grabar para que Jordi no se olvide de ellos, a todos los visitantes les dieron una lección de vivir, enfermos, solos, y sin nada, consiguen sonreír.
  En una guardería de Oukout, una de la muchas que visitaron, los pequeños recibían una alimentación adecuada, muchos de ellos eran huérfanos, otros eran dejados por sus madres mientas ellas trabajaban en el campo, sabían que allí al menos se alimentarían una vez al día.
Los niños y niñas los acogieron con entusiasmo, sus pequeñas manitas aferraban con fuerza las manos de los convidados. Les cantaron canciones al ritmo de sus pies, sus enormes ojos negros transmitían alegría. Mónica, enmudeció de emoción, “aquellos niños no tenían nada” y eran más felices que muchos de los del primer mundo, por llamarlos de alguna manera.
 A Mónica le llamó la atención una cosa, los pequeños tenían sus pequeñas narices cubiertas de secreciones, ella preguntó el porqué. La respuesta la impacto, un mosquito transmitía una enfermedad difícil de curar, y la consecuencia era esa, al mismo tiempo que sus narices eran limpiadas, volvían a cubrirse de las mismas. Era imposible mantener a un niño con la nariz limpia.
Recorrieron en un coche todos los trayectos, carreteras infernales, pero salpicadas de color. Los verdes parajes, los contrastes de luz y sol resplandeciendo a su paso, hombres y mujeres caminando por ellas, aportando matices al paisaje. Grandes fardos reposan en las cabezas de las mujeres, de leña, agua o alimentos, los llevan con orgullo, dignidad y sobre todo con gracia, sus cabezas en perfecto equilibrio, los pesados fardos se balancean al son del movimiento de sus caderas. Mientras Mónica y sus amigos recorrían el país en el coche, se percató de la inmensidad de África, cientos de kilómetros acompañados de naturaleza extravagante, bosques frondosos, selva salvaje…
 Uno de esos viajes lo hicieron a través de la playa, a Mónica cuando el conductor lo propuso le pareció surrealista. ¿Cómo iba un coche a viajar por la orilla del mar durante muchos kilómetros? Pues lo hizo, ella se perdió en ese viaje, en el laberinto dejado por los neumáticos en la fina arena de playa, la belleza de un mar en calma salpicado de tenues colores ¡y sorprendente! montones de vacas reposando en la misma orilla. La puesta de sol fundida con el horizonte del mar, la sutil luz la hace parecer un hermoso cuadro
 ¡Esto es África! Se dijo a si misma.
 Tantas y tantas cosas captaron su atención… Su corazón aun pasado varios meses se encoge al recordar una aldea, una familia, una niña. Una de las muchas que conoció en esas vacaciones, pero distinta, sus ojos no transmitían la alegría del resto, sus manos no buscaban refugio en las suyas. Mónica tragaba saliva con fuerza, en un intento de paliar las lágrimas que pugnaban por salir. Esa pequeña en menos dos meses se había quedado huérfana, las enfermedades habían llevado a sus padres a la tumba, ella, quedó al cuidado de su tíos. Una familia pobre, tan pobre que lo único que tenían ese día para comer eran tres cocos, y con todo el cariño agasajaron con ellos a sus invitados. Mónica no quería comerse el poco alimento que ellos poseían, pero tampoco quería ofenderles, como pudo se comió un pequeño trozo de la blanca carne del coco, mientras sus ojos reflejaban la tristeza que sentía, la pequeña bebió del coco que Mónica le ofreció, era tan bonita…
La misionera, le recordaba a la madre Teresa de Calcuta, entregada a los pobres en cuerpo y alma, allá donde iban era recibida con amor, con abrazos y enormes sonrisas blancas. La alegría de los lugareños al verla era autentica, tanto, que emocionaba.
Descubrió a muchas personas de diferentes lugares del mundo que intentan ayudar al país, a la gente, con el poco dinero que reciben hacen mejoras, pequeños negocios para poder subsistir. Ambicionan que los niños tengan una educación, para poder salir del infortunio, tarea ardua y complicada, porque África en si, ofrece pocos efugios…
En una escuela encontró ordenadores, de lo viejos, de aquellos armatostes que han pasado a la historia en el mundo, pero para ellos que no conocen otros es alucinante. Vio los cimientos de una futura universidad, aquello la aportó esperanza, pero no más que la que los senegaleses retienen en su alma.
Son un pueblo feliz, a pesar de sus carencias, de las enfermedades que merman su población, algunas de ellas en Europa están erradicadas, pero ellos no tienes las medicinas necesarias para curarlas.
Por sus largos trayectos observó la mezcla de palmeras y arrozales, ésta última, base de su alimentación. Mónica saboreó un arroz con gambitas y cebolla, las gambitas eran diminutas, pero sabrosas, la cebolla es diferente en forma y nombre a la nuestra, pero aporta el mismo sabor. Aquel plato le supo a gloria… Para ellos es la mejor comida, para nosotros la más sencilla.
Todas esas diferencias la hacen meditar, sobre nuestra sociedad, la vida, el estrés… Al pensar en esta última palabra una sonrisa ilumina su rostro, en África ese vocablo no existe, allí el tiempo se detiene, no tienes noción del mismo. Un día es mejor que el otro, los aromas, los colores, la ilusión, las ganas de vivir de un pueblo que afronta las desgracias con dignidad, porque saben que no les queda otra que seguir luchando, por ellos, por sus hijos, por poder llevar algo a la boca cada día. Esa es su lucha, ellos no piensan en coches, ni en grandes pisos, ni ropas, no, ellos han de subsistir con lo que tienen, con lo que la tierra les da, cuando les da, con lo que el río les ofrece, y con lo que el mar les regala. Y a pesar de ello ninguno llora…
El viaje tocaba a su fin, pero ellos no querían marcharse de allí sin visitar un lugar. Una isla, la isla del terror para muchos africanos, aquella que hace siglos albergó en sus diecisiete hectáreas a más de veinte millones de africanos. LA ISLA DE GORÉE. Tristemente conocida por ser donde los negreros retenían a las personas, con nombre propio, familia y corazón, que eran secuestrados de sus aldeas para conducirlos a la América del algodón, y a diferentes partes del mundo para ser esclavos de los blancos.
Mónica al entrar en la casa que fue la tortura de muchos seres humanos, contuvo la respiración. Es difícil entender como personas con corazón pueden traficar con otros de su misma condición. La historia cuenta que fueron los portugueses los primeros en empezar semejante atrocidad, pero no fueron los únicos, a ellos se unieron para nuestra propia vergüenza, españoles, que engordaron sus fortunas con la trata de negros, como bien refleja Berta Serra, en su novela, Los ojos del huracán. Esta terrible tragedia se llevó a término durante cuatro largos e interminables siglos.
 El guía les mostró las diferentes habitaciones, la de los hombres, la de las mujeres mayores, otra para las mujeres jóvenes, una para los niños que eran arrancados sin piedad del pecho de su madre. Y la más escalofriante de todas, aquella que hace que la bilis suba a la garganta, la de engordar, ya que para poder adquirir un buen precio el peso mínimo debía ser de sesenta kilos, y la dentadura perfecta. Mónica no daba crédito a lo que oía, más de seis millones de personas murieron entre esas paredes antes de ser embarcados para el certero destino del sufrimiento. Evitaban que las madres oyeran el llanto de sus hijos, porque según ellos podía enfermarlas, las mujeres tenían un valor añadido, ya que eran utilizadas de la misma manera para trabajar, que para esclavizarlas sexualmente.
Al salir de la casa de los horrores, Mónica leyó un cartel, si todo lo que había visto y oído era espeluznante, el cartel fue el que hizo que finalmente las lágrimas se deslizaran por sus mejillas. “AQUÍ SE ABRE LA PUERTA SIN RETORNO, LA PUERTA AL INFINITO DOLOR” Esa puerta fue lo último que vieron de su país millones de persona antes de ser transportados como ganado en los barcos negreros…
Como no emocionarte, como no llorar, como no sentir…
Después de aquella visita decidieron terminar su largo, maravilloso y enriquecedor viaje en Dakar, la capital del país. Una ciudad destartalada, llena de colorido y sin orden. Donde la gente viaja en bicicletas y motos, los autobuses inspiran más miedo que confianza, llena de pequeños mercadillos donde la gente expone su mercancía. Para Mónica aquella apacibilidad relativa, aquel comercio con risas fue un soplo de aire fresco, después de ser testigo de tanta injusticia.
Durante el largo trayecto a casa, ella meditó mucho sobre lo visto y guardó en su corazón los recuerdos.
 Sus amigos hablaron largamente sobre los niños conocidos, una de ellas se había enamorado de una pequeña que no quería separase de sus brazos, incluso habló de adoptarla. La criatura era huérfana, como tantos otros, la mujer se lo planteó a la misionera, pero esta no es partidaria de esos cambios. Sus palabras serenas y sabias enmudecieron al grupo.
-Veréis, vosotros estáis convencidos que en vuestro mundo serían más felices.  Y quizá en parte os tenga que dar la razón, no les faltarían buenos médicos que cuidaran sus enfermedades, tendrían salidas laborales después de estudiar, vivirían en igualdad de condiciones que vuestros hijos. ¿Pero realmente ellos necesitan todo eso? ¿De verdad creéis que serían más felices que ahora?
Todos la miraron expectantes a la vez que perplejos, claro que estarían mejor, no tendrían que luchar cada por sobrevivir, no habría moscas que transmitieran enfermedades, su educación les abriría puertas. Eso pasaba por sus cabezas durante los minutos que la misionera les dio para reflexionar, pero todo aquello quedo suspendido en el aire al oír su verdad, su meditación sobre el tema y la vida.
- Bien.- Comentó, mirándolos a los ojos con una vaporosa sonrisa en los labios.- Percibo perfectamente vuestro razonamiento, no olvidéis que yo he convivido durante años con esa sociedad, y ahora, aunque sea esporádicamente lo continuó haciendo.- Aquí hizo una pausa para observar los rostros.- Las personas por naturaleza pensamos que nuestra forma de vivir es la mejor, que la sociedad que nos rodea es la ideal. Pero ahora ser sinceros con vosotros mismos, analizar lo que habéis visto, oído y sentido.  Valorar eso, recordad, como aquí los más grandes cuidan de los pequeños, no por obligación, es por amor. Habéis sido testigos de cómo un simple gesto les hace reír, como la enfermedad les une, una canción les alegra, un beso les cautiva, una sonrisa les subyuga. De verdad pensáis que una sociedad en la que siempre se desea lo que tiene el vecino, ¿es mejor? Que mis niños serian más felices rodeados de lujos.
Decidme, cuantas veces habéis visto a un niño tan feliz sin nada material, con un simple juguete construido con materiales rudimentarios, cuando habéis sido receptores de tanto cariño sin dar nada a cambio…
Todos meditaron durante unos minutos, y fue Mónica la que rompió el silencio.
- Nunca, los niños que yo conozco en España, son felices, cierto, pero lo tienen todo, juguetes, ropas, colegios etc. Solo tienen que abrir la boca para ser recompensados, y lo peor es que la mayoría de las veces no aprecian el esfuerzo que sus padres hacen para cómprales eso que tanto desean…
De nuevo el silencio.
- Eso es lo que quiero que veáis, no quiero que ellos cambien, no deseo que su felicidad dependa de una consola, de un vestido. Ellos son felices por lo que son, lo poco que tienen lo valoran con amor, ellos son la esencia del alma. Puede ser que mucha gente opine lo contrario, pero yo que deje esa vida por esta, se cual es mejor. Y no cambiaria por nada del mundo, la felicidad sincera de esta sociedad, a la hipocresía material de la otra, el amor compensa las carencias, y sobre todo aporta felicidad…
Después de esto no quedaron dudas.
Una vez en Barcelona todos tardaron mucho tiempo en ubicarse, insólitamente lo que antes del viaje les parecía cotidiano y normal, como abrir un grifo y dejar correr el agua, supermercados llenos de comida, miles de cosas que hasta entonces ni tan solo se habían planteado . Todo, absolutamente todo les pareció excesivo, extraño, como si aquel largo mes en el que reloj detuvo sus agujas, hubiera detenido de la misma manera sus vidas…
 Y ahora solo dejo una frase, una frase elegida por ellos, una frase que define un pueblo.

TODO PARECE IMPOSIBLE, HASTA QUE SE HACE
NELSON MANDELA
Fin

He tenido el privilegio de que una buena amiga, Mónica, compartiera las experiencias vividas en Senegal, África. He intentado transmitir sus sentimientos, todo aquello que cautivo su corazón, y que como ella dice le ha enseñado a vivir mejor, a valorar las cosas por su justa medida. Aunque gran parte de los recuerdos quedaron grabados en imágenes, los mejores los lleva guardados en lo más profundo de su alma.
Gracias Moni, por ofrecerme la posibilidad de plasmar con palabras tus sentimientos.
GRACIA PÉREZ

"La Madrina" es una historia basada en hechos reales, he tenido el placer de conocer a la protagonista en persona, ella tiene 96 años y es una mujer llena de energía. Gracias Dora por el cariño y confianza que me has mostrado y por ser como eres....



LA MADRINA

Dora tan solo tenía veinte años cuando estalló la guerra civil española.
 La prematura muerte de su padre y la falta de recursos económicos de la familia, la hizo salir de su hogar siendo prácticamente una niña. Comenzó a servir en una casa de Madrid, con tan solo quince años, después el destino la llevó a Barcelona. Dónde trabajo durante mucho tiempo para una amable familia que regentaba una fonda. Con ellos la joven se sintió querida, y respetada, era una más de la casa. Pero el estallido del conflicto cambió su vida y la de la gente que la rodeaba…
 Esta es la historia de una mujer, una joven, sin ideología política, lejos de su tierra y familia, cuya única voluntad fue ayudar en la medida que le fue posible y sobrevivir a la barbarie…

Dora escuchaba aterrorizada el sonido estridente y brutal de los bombardeos que asediaban la ciudad de Barcelona. Ella junto con sus jefes y vecinos, se refugiaba en los sótanos del edificio en el que vivían, situado en la calle Muntaner…
Sus manos cubrían sus oídos, en un intento fallido de paliar ese terrible y mortal sonido. Eran muchas las bombas que con una furia inusitada destruían gran parte de la ciudad condal. Muchas las vidas que se perdieron entre los cascotes de ruinas humeantes. Al principio Dora lloraba ante semejante atrocidad, el tiempo se encargo de calmar su llanto.
- Que triste,- solía decir Dora.- Que al final nos acostumbremos a ver la muerte tan de cerca, tan injusta y cruel, a no derramar lágrimas por los que en ese instante perdieron su vida. Que una guerra haga que un corazón piadoso, se acorace ante el dolor y la rabia.
Los bombardeos se convirtieron en rutina, la música de fondo da la sociedad de entonces.
Dora, trabajaba sin descanso, hacer comidas, lavar ropa, largas colas en las pocas tiendas, pero a pesar del esfuerzo el dinero era escaso, y ella comenzó a coser para las vecinas del barrio. Todo ello le dejaba poco tiempo libre, pero su juventud le regalaba fuerza y ganas. Lectora empedernida, dedicaba sus pocos minutos de relax a ello.
La familia para la que trabajaba, la constituían una mujer y sus dos hijos, el cabeza de la misma había fallecido poco antes del comienzo del conflicto. Los chavales trabajaban mano a mano con su madre, hasta que el frente los reclamó. Uno de ellos, Joan, decidió que no quería arriesgar su vida, él, hombre pacifico no quería manchar sus manos de sangre. Entonces se convirtió en topo, permaneció oculto durante meses, en el fondo de un armario convertido en escondite. Dora se encargaba de él todo lo que podía, ya que la señora, Doña Paquita, requería de su ayuda. La ausencia de sus hijos duplicó el trabajo, y ella no podía con todo…
Dora recuerda con amargura el día que Joan, fue detenido por desertor. Unos fuertes golpes en la puerta la sacaron de la cama, al abrirla dos hombres se abrieron paso entre gritos. En medio de aquel alboroto, Dora permaneció silenciosa, doña Paquita chillaba histérica, los vecinos comenzaron a asomar sus narices en el dintel de la puerta.
Ella observó con los ojos empañados como Joan era arrastrado de su escondite, y conducido a la prisión de Montjuic. Ella no juzgaba, si lo que el muchacho había hecho estaba bien o mal, cada uno toma sus decisiones, lo que tenía claro es que no le gustaba en absoluto lo que a su país le estaba ocurriendo…
Este hecho la aporto un nuevo trabajo, subir cada dos días a la prisión con comida, ropa, y tabaco para el joven Joan. Aquello le suponía horas de caminar, con sol, lluvia o frío. Pero lo hacía contenta, él siempre había sido muy bueno con ella, esa era su oportunidad de devolverle con creces el trato recibido.
Lo que ella no sabía, era que la prisión le enseñaría algo nuevo, diferente, algo que la ayudaría a pasar los años de guerra de otra manera.
Joan le transmitió su pesar por un compañero, paisano de Dora. Un joven que había sido soldado de las trompas franquistas, uno más de esos sin ideología, que por el mero hecho de vivir en una zona del país le reclutaron para la guerra.
Joan le narró en papel a la joven sirvienta, la angustia que tenía Pedro, unos de sus colegas de celda. Este desde que había salido de su tierra, no había tenido contacto con lo suyos, de eso hacía un año. Joan estaba preocupado por su deterioro, por las pocas ganas de vivir que tenía, por la de veces que invocaba a su madre en medio del llanto. Al leer la carta a Dora se le hizo un nudo en la garganta. Esa misma noche le refirió la historia a Doña Paquita..
- Pobre madre, lo que tiene que estar sufriendo. Yo al menos se que mi Joan, esta bien, en la cárcel si, pero a través de tu persona le hago llegar alimentos y se que dentro de lo malo, esta bien. Pero la madre de ese chico vive con la incertidumbre de saber si esta vivo o muerto. En los tiempos que corren, es difícil ser madre, muy difícil, hija mía.- Terminó la buena señora con un tono de dolor.
Durante toda la noche Dora estuvo dándole vueltas a la cabeza, Doña Paquita tenía razón. Esos soldados, no tenían medios para comunicarse con familia. La correspondencia entre las ciudades tomadas por los nacionales y los republicanos, eran inexistentes. Aquello le preocupó, imaginó a su propia madre viviendo esa angustia, esa desazón que te va mermando poco a poco.  Ella tenía suerte, el contacto con su familia lo hacía vía Francia, allí tenía unos tíos, a ellos les mandaba las cartas y ellos a su vez las reenviaban a Guadalajara…

Los días siguientes fueron vertiginosos, además del trabajo, su novio Miguel, había venido del frente con unos días de permiso. Ella intentaba trabajar más rápido para poder salir con él.
Miguel era un joven muy hablador, a Dora le gustaba su compañía, era el hermano de una de sus amigas, así fue como le conoció. Una de esas tardes Dora le explicó a Miguel, lo del joven de su tierra que estaba encarcelado en el castillo. El escuchó atento a su prometida y después expuso su opinión.
- Entiendo tu preocupación, yo doy gracias por encontrarme en el frente catalán, cerca de casa y los míos. No se que sería de mi madre, de mi hermana, de ti, de mi mismo si las cosas se pusieran peor y tuviera que salir a zona nacional. La falta de noticias desgasta la salud, te invade una sensación de soledad absoluta… Pero si no recuerdo mal, hay un grupo de mujeres que se dedican a algo…
Dora se paró en seco, y mientras observaba el rostro de su amado, el corazón comenzó a palpitarle vertiginosamente.
- LAS MADRINAS.- Chilló Miguel.- No recordaba muy bien el nombre, me lo comentó hace unos meses un compañero. Se que funcionan en ambos bandos, no pidas explicaciones de lo que hacen o como lo hacen, ya que no tengo ni idea – Miguel miró a su novia, y una sonrisa iluminó sus labios, retuvo sus manos entre las suyas y fugazmente besó su boca.- Y ahora, creo que tenemos cosas más importantes de las que hablar.-
El día siguiente amaneció lluvioso, casi con el mismo espíritu que el de la joven Dora. Miguel y ella se habían despedido enfadados, su relación pareció enturbiarse ante una negativa. Dora no entendía la insistencia de Miguel por contraer matrimonio, ella no era partidaria de casarse en medio de una guerra. El opinaba todo lo contrario, durante unos segundos rememoró la conversación de la tarde anterior.
- Dora, necesito casarme, irme al frente sabiendo que tú me esperas.- Insistía Miguel muy serio.-
- Pero si yo te voy a esperar igualmente. No hay necesidad de casarse con prisas…
- Tengo la sensación de que no me quieres.- Interrumpió el hombre enfadado.- Si me amaras entenderías mis motivos.-
- Eso no es cierto,- respondió Dora con lágrimas en los ojos.- y tú lo sabes. Pero yo no deseo casarme como si tuviera que ocultar algo…
- ¿Algo? Pero por dios, si no te he puesto una mano encima. ¿Qué coño tienes que ocultar?
Miguel cada vez estaba más enfadado, y ella más dolida. Claro que no habían hecho nada, ella se había prometido llegar virgen al matrimonio, y pensaba hacerlo. También conocía a muchas jóvenes que no pensaban igual que ella, que se acostaban con cualquier hombre que les gustara. Dora entendía que la guerra cambiaba las vidas, todos vivían al límite del abismo, y jamás criticó esos comportamientos, pero pedía la misma vara de medir para ella. Su educación, su conciencia o como se quiera llamar, no le permitía otra cosa.
Las cosas esa tarde acabaron mal, muy mal. Ella entendía ese deseo de casarse para mantener relaciones carnales, en poco tiempo confirmó su suposición. Por su amiga y hermana de Miguel se enteró de que éste se había casado con una joven de Lérida.  Le quedó claro que Miguel nunca la había amado…
Pero antes de confirmar esa verdad, Dora comenzó a hacer algo que recordaría con buen sabor el resto de su vida. En medio del caos, las bombas y el horror, un remanso de paz y esperanza se instauro en su vida.
Uno de los muchos días que subió al castillo de Montjuic, le explicó a Joan su idea, éste se mostró entusiasmado con ella. Y en la siguiente visita, tenía una misiva para ella…
Si, Dora se convirtió en una Madrina, ella se encargó de que las familias de sus paisanos tuvieran noticias de ellos.  Empezó con Pedro, escribió unas líneas a su familia y se informó de cómo hacérselas llegar. El proceso la ocupaba muchas tiempo, ya que tenía que hacer largas colas ante la cruz roja, eran muchas las mujeres que deseaban saber de sus maridos, hijos, hermanos, amigos. El único medio era a través de la cruz roja, había un límite de palabras por mensaje, y así fue como Dora comenzó su peregrinación diaria al puesto más cercano de la cruz roja. Esa primera vez, los nervios la consumían, no sabía que ponerle a esa familia, la carta de Pedro era extensa y larga, hablaba de huertas. viñas, olores, comidas y vinos, también hablaba de amor, a su padre, madre y hermanos, incluso a una chica de su pueblo que antes de que estallara el conflicto estaban festejando. Ella tenía que resumir en pocas palabras la esencia de la carta, y lo hizo.
Querida señora.
Le hago llegar noticias sobre su hijo Pedro, esta en la cárcel de Montjuic, Barcelona. Bien de salud, y les transmite todo su amor, y deseos que estén bien. Dice que le guarden un poco de vino de la cosecha de este año.
Con cariño
Dora Gutiérrez Alba.
La última frase se le ocurrió en el último instante, algo de esperanza no vendría mal a esa familia. Pero como la carta de Pedro le llegó al corazón, decidió contestarle. Y así comenzó su pequeña historia de solidaridad. En la carta le respondía a sus preguntas, le habló del olor a tierra recién mojada, de los trinos de los pájaros encima de la higuera de su hogar, allá en Guadalajara…
Su sorpresa fue mayúscula, cuando a la semana recibió seis cartas de hombres desconocidos. Todos ellos estaban en el penal de Montjuic, cada uno de ellos le enviaba la dirección de su familia para que se comunicara con ellos. Y cada uno de ellos le relataba sentimientos, dolor y nostalgia. Dora contestaba a cada una de ellas, y al poco tiempo recibía respuesta. Y así pasaron meses, escribía con la luz de la vela, a altas horas de la madrugada.
La voz se corrió como la pólvora y en poco tiempo las cartas se multiplicaron, ya no llegaban solo del castillo de Montjuic, también del castillo de Cardona, otro bello lugar utilizado como cárcel. Ella escribía y leía, acudía a la cruz roja de la calle Balmes cada dos días, todos querían que sus familias supieran que estaban vivos aun…
No se acuerda de cuantos ahijados tuvo, fueron tantos que perdió el número. Algunos han quedado grabados en su corazón con fuego, sus palabras transmitían la más absoluta tristeza. Todos le ponían frases bonitas, llenas de agradecimiento por su labor.

La guerra acabó, y esos soldados volvieron a sus tierras. Los nacionales al frente de Franco gobernaban España. Una España triste, pobre y derruida…
Dora continuó con su labor, trabajando sin descanso. Joan volvió a casa, el hermano se exilio en Francia. Pero Dora guardó durante años los recuerdos de una guerra, que no eran balas, ni pañuelos, ni heridas, no, ella guardó esas cartas llenas de ternura, de necesidad, nostalgia, recuerdos, amor…
Y a veces la vida sorprende…
Dos años después de acabar la guerra, en la fiesta del pueblo natal de Dora, un hombre sacó a bailar a su hermana. Entablaron conversación, y éste le preguntó por Dora.
La hermana respondió que ella seguía en el mismo lugar, trabajando para la misma gente. Adolfo, que así se llamaba el hombre, le relató que él era uno de sus ahijados durante la guerra. Al acabar la misma, y con los nervios había perdido la dirección de la joven. La hermana después de oír emocionada y orgullosa lo que Adolfo le contaba, decidió darle la dirección. Y así fue como años después Dora volvió a tener noticias de uno de sus ahijados, todo empezó con un agradecimiento por el bien hecho en tiempos de guerra. Lo mucho que subía su moral, las cartas redactadas por ella, y después de un periodo largo de misivas de ida y vuelta. Dora y Adolfo, contrajeron matrimonio…

Esto no es un cuento, es una historia. La historia de una mujer que vivió esa dura época, que recuerda con más rencor, y malestar la posguerra. Ya que durante la guerra ella tuvo una misión, da igual como quieran llamarla, ella y solo ella sabe el bien que hizo a muchos hombres, que en medio de la soledad se sentía menos solos.
Dora con sus noventa y seis años es una mujer de mente ágil, despierta, y alegre. Su lucidez y cultura cautivan al que la conoce, como es el caso de esta que escribe.
En la guerra todos tuvieron una misión, unos arriesgadas, otros en la retaguardia, y otras cientos de mujeres, como Dora, más del sentimiento que llega al corazón.
Gracia Pérez





lunes, 16 de abril de 2012

Suspendidos en el tiempo. Mi nueva novela, ubicada en el maravilloso pueblo minero de Sabero. Espero que disfrutéis de ella tanto como yo al escribirla. Sara, Teresa, Ana, Pedro, Amín... Ellos son algunos de sus protagonista y esperan ser conocidos por todos vosotros. Personajes llenos de vida, que os llegarán al corazón.

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SUSPENDIDOS EN EL TIEMPO
Teresa es una joven decoradora madrileña que decide trasladarse a la Llama, un pueblecito de León, en busca de tranquilidad para empezar una nueva vida. Un plan que, si todo le sale como está previsto, le abrirá las puertas a un mundo lleno de nuevas posibilidades.
Sin embargo, Teresa empieza a vivir otra historia simultánea a la suya cuando, en un baúl, encuentra unos ropajes de novicia, un par de viejas libretas y una foto antigua. Todo ello le conduce al pueblo cercano de Sabero. Y Poco a poco, a través de los sucesos que en los cuadernos se narran, nuestra protagonista conocerá el testimonio de Sara, que habitó años atrás en ese lugar. Compartirá su existencia y descubrirá sus circunstancias, con todas las grandezas y miserias de quienes se han enfrentado al amor y al horror. Su decisión y perseverancia harán que no desista hasta arrojar luz sobre lo que fue la vida de su nueva confidente.   
Con un ritmo sostenido y al mismo tiempo trepidante, lleno de suspense y flashbacks constantes, esta novela retrata la vida de dos mujeres que, aunque muy distintas en el tiempo, son a la vez muy parecidas.